La vida y la obra de Ortega y Gasset están indefectiblemente unidas a la tarea de la reconstrucción del pensamiento español fruto de las inquietudes regeneracionistas del siglo XIX.

Sus ideas, expuestas en gran medida a través de la prensa, lograron transcender los ámbitos universitario y parlamentario, y el deseo de que sus obras fuesen comprendidas le llevó a afirmar que “la claridad es la cortesía del filósofo”.

1.Vida

José Ortega y Gasset nace en Madrid en 1883, en una familia dedicada al periodismo. Se doctora en filosofía en la Universidad de Madrid, en 1904. En 1905 viaja a Alemania para ampliar estudios y en 1908 vuelve a Madrid y comienza su labor de profesor en la Escuela Superior de Magisterio. En 1910 obtiene la cátedra de metafísica de la Universidad de Madrid. Su actividad pública es notoria y se dedica tanto a la docencia como a la política y el periodismo.

En 1929 dimite como catedrático de la Universidad, para protestar por la dictadura de Primo de Rivera. En 1931, con el advenimiento de la II República, es elegido diputado, pero, desilusionado, dimite volviendo a la Universidad en 1934. En 1936 se autoexilia primero en Francia, luego en Holanda y, posteriormente en Argentina, donde residirá e impartirá conferencias hasta su traslado a Lisboa en 1942.

En 1945 retorna a España pero, apartado de su cátedra, mantiene una mínima actividad pública. A partir de 1950 se dedica a viajar como conferenciante y mantiene debates filosóficos con Heidegger. En 1955 retorna a España y muere ese mismo año.

2. El problema de España.

No es posible entender el pensamiento de Ortega al margen del denominado problema de España que identifica como un problema de cultura.

En sus primeras reflexiones, Ortega entiende por cultura el cultivo de la ciencia, del derecho, de la moral, etc. Es el cultivo de lo genérico y objetivo en contraposición al particularismo y subjetivismo que venía caracterizando al individualismo español.

Ante esta situación, Ortega considera que se impone la europeización científica de España, reformarla siguiendo la línea del regeneracionismo de la Institución Libre de Enseñanza y del socialismo humanista. Por tanto, si el diagnóstico de la enfermedad española es su excesivo subjetivismo, recuperar su salud requiere la subordinación del yo individual al yo cultural y social. Ortega se opone a los autores de la Generación del 98.

A partir de 1923, se produce en Ortega un repliegue ideológico. Si anteriormente había confiado en Europa como modelo para España, ahora la misma Europa está en crisis. Con la emergencia de los totalitarismos de diverso signo- comunismo y fascismo-, y la desorientación  que produce el desarrollo científico-técnico acelerado, aparece el hombre-masa, perdida su individualidad en esta especie de magma despersonalizado.

En este contexto, la cultura aparece como justificación, con la tarea de ilustrar al individuo ayudándole a cultivar sus propios talentos. Si el mundo va a la deriva, se impone sustituir las teorías científicas por sistemas de creencias, de ideas vivas, de efectivas convicciones.

2. La función de la filosofía.

Mientras que las ciencias tratan de conocimientos referidos a parcelas determinadas, Ortega y Gasset considera que la filosofía pretende alcanzar la totalidad de lo que hay, y la define como conocimiento del Universo.

El filósofo tiene como tarea resolver el problema de un mundo en el que todas las cosas se le muestran como “esquirlas de una totalidad”. A esto le mueve el deseo de manifestar su misterio, de acceder y narrar su verdad.

La filosofía aparece así como una teoría o conocimiento sobre lo desconocido absolutamente comunicable y participable por todos.

La filosofía, por lo tanto, no se debe ocupar del mundo inmediato, objeto de estudio de las ciencias, sino que necesita acudir a “lo que es, independientemente de nuestras acciones, lo que no depende de ellas”.

Cuando los filósofos han querido estudiar y encontrar ese punto de partida absoluto de la filosofía, han creado diversas formas de pensamiento que Ortega rechaza por no haber establecido una base firma a partir de la cual construir la filosofía con la radicalidad que le es propia.

Esta falta de radicalidad le lleva a rechazar:

-El Positivismo, según el cual todo lo que hay se reduce a lo percibido por los sentidos y termina en un sensualismo.

-El Racionalismo, que no garantiza la existencia de un mundo externo aunque haya aportado la idea de sujeto o yo.

-El Idealismo, que parte del sujeto y todo lo convierte en contenido de la conciencia.

Como ninguna de estas doctrinas han conseguido elaborar una filosofía suficientemente radical, es necesario volver a reconstruirla desde su propio y primer fundamento.

La filosofía es una actividad vital que tiene como problema radical definir esa realidad primaria que llamamos nuestra vida. Por primera vez, afirma Ortega, la filosofía parte de algo que no es una abstracción.

3. La vida.

Ortega y Gasset considera que el tema de la vida humana tiene en cuenta las posiciones racionalistas y recoge también las posiciones idealistas.

Al definir esta realidad radical que es la vida humana, Ortega afirma que no es un hecho del que tenga que ocuparse la ciencia, como pretendía el Positivismo. Tampoco es una conciencia intencional que se ha de describir como pretendía la Fenomenología. Es algo abierto al pensamiento desprovisto de naturaleza; es el ser humano individual, la vida concreta de cada uno, algo por hacer que tiene como momentos el yo y las cosas. Ambos se necesitan mutuamente, a pesar de que la abstracción filosófica haya venido rescindiendo de uno de estos dos componentes a favor del otro.

La vida es una realidad que “existe por sí misma” y “se sabe”; es decir, que tiene “evidencia de su vivir” y que el vivir y el saberse es: encontrarse en un mundo. Es encontrarse entre cosas, gustos y disgustos, entre temas que le afectan a uno. Este conjunto es el mundo, con el que mi yo forma unidad.

La vida es algo que nos viene dado, pero, es, a la vez, algo que hay que resolver. No está prefijada, sino que es futurición, aún no es, pero hay que hacerla en el tiempo. Es imprevista, pura posibilidad; es un problema que no podemos transferir.

El ser humano tiene que comprometerse con su vida y en ella diseñar su propia forma de ser. Es, pues, ocuparse por anticipado; la vida es, así, preocuparse, algo que tiene que vivir cada uno y desde sí mismo, en soledad.

La vida humana se realiza siempre desde una situación concreta, el escenario que corresponde a cada uno; es constitutivamente circunstancia, el lugar donde el yo se realiza, es algo cerrado, pero a la vez abierto y con holgura interior. El yo no pertenece a la circunstancia, pero se vuelve ininteligible sin ella.

Pensar es habérselas con su entorno. En esto consiste la racionalidad. El pensamiento nace de la vida y su tarea consiste en dar sentido a lo que nos rodea. El “pienso, luego existo” cartesiano como punto de partida para la filosofía hay que reformularlo en el sentido de “pienso, porque vivo”.

4. Raciovitalismo.

La razón como función vital y espontánea del ser humano es considerada como la mejor expresión del sistema filosófico de Ortega, que recibe así el nombre de Raciovitalismo y supone la superación de la dicotomía razón-vida sustituida por la “razón vital”.

Con este concepto de razón vital expresa la necesidad de integrar los conceptos de razón y de vida y rechaza cualquier postura que afirme más uno que otro: el Racionalismo o el Vitalismo. Ortega entiende que el Racionalismo, al pretender la verdad, abandona la vida y que el Vitalismo, al preferir la movilidad de la existencia, renuncia a la verdad e impone el relativismo. En consecuencia, ambos por igual mutilan la realidad.

El Raciovitalismo establece que razón y vida son dos términos que no pueden entenderse adecuadamente sino en interconexión. El pensamiento es una función vital semejante a la digestión o a la circulación de la sangre como productos espontáneos del sujeto viviente. Urge, pues, someter la razón a la vitalidad, localizarla dentro de lo biológico y supeditarla a lo espontáneo.

5.Perspectivismo.

No existe, según Ortega, un yo puro y transparente, con capacidad para descubrir verdades eternas. Lo que realmente existe es un sujeto que vive individualmente y que piensa para dar sentido a todo cuanto le rodea desde su situación vital. Ésta es su forma de comunicarse con el universo.

Aunque no se puede vivir sin verdad, tampoco se puede pretender una verdad acabada, porque esta tarea debe ser llevada a cabo por todos y cada uno de los seres humanos a lo largo de su tiempo. Cada individuo constituye un punto de vista esencial y es yuxtaponiendo todas estas visiones parciales como se lograría tejer una verdad absoluta.

Cada sujeto solamente alcanza una parte de la realidad, no la totalidad y, por ello, nadie posee la verdad absoluta; sin embargo, no por eso se está en el error. Sólo desde la perspectiva es posible conocer la realidad.

La realidad cósmica es de tal magnitud que sólo puede ser vista desde una determinada perspectiva. Por ello, una realidad que vista desde cualquier punto resultase siempre idéntica es un concepto absurdo. Todas las perspectivas son igualmente verdaderas y, organizadas, constituyen la realidad total. La verdad es individual e histórica.

6. Razón histórica y generación.

El planteamiento que hace Ortega de la razón histórica introduce necesariamente una dimensión temporal como presupuesto básico. Las convicciones fundamentales se van alternado progresivamente, los estados de creencias varían profundamente y las épocas cambian.

6.1. Razón histórica.

La vida individual, al igual que la de los pueblos o épocas, consiste en una constante sucesión de creencias que induce así mismo a una continua modificación de la circunstancia y, por tanto, también a una constante reforma de la vida individual, de la de los pueblos y de las épocas.

Por tanto, el ser humano debe admitir la razón histórica si quiere comprender las crisis de sistemas y creencias. Cualquier camino que haya seguido termina por quedar clausurado y hay que abrir nuevas formas que hagan posible siempre la racionalidad y la amplíen como necesidad ineludible; sólo una razón histórica hace posible esto.

Así, por ejemplo, la creencia en la revelación, propia de la medievalidad, fue sustituida por la creencia en la razón, propia de la modernidad, que, a su vez, está siendo sustituida ahora por la creencia en la razón histórica. Todas ellas son interpretaciones determinadas del mundo que nos rodea y la vida consiste en existir dentro del mismo.

Desde la perspectiva de la razón histórica podemos comprender los problemas relacionados con la vida humana, ya que, en las explicaciones de las ciencias del espíritu, al haber convertido en cosa al espíritu, se ha pretendido aplicarle la razón físico-matemática. Esta aplicación ha resultado un fracaso pues, el intento de encontrar la naturaleza humana no conduce a ninguna parte.

Para Ortega, la explicación a esta cuestión sería que el ser humano no tiene naturaleza. El ser humano no es cosa alguna, es un drama: su vida es puro y universal acontecimiento. El ser humano es historia, entendida como sistema de experiencias que forma una cadena inexorable y única; éste es el privilegio ontológico del ser humano.

6.2. Generación.

La razón histórica es logos, concepto que emana de un fieri, es decir, de un hacerse temporal. Este carácter histórico se concreta en el concepto de generación.

En cada época hay un conjunto de creencias y de ideas que son vividas por grupos de personas que las encarnan con distinta sensibilidad y fuerza. Se forman, así, grupos coetáneos capaces de inducir un cambio de sensibilidad respecto a las ideas dominantes en una determinada época.

Cada generación es una variedad humana que tiene caracteres típicos, que la diferencian de la generación anterior, y que le hacen tener una “altitud vital desde la que se siente la existencia de una manera determinada”. Cada generación se forma por coetáneos, que tienen una sensibilidad común, y no por meros contemporáneos. Una generación requiere dos características: tener la misma edad y tener algún contacto vital.

La generación es una unidad cerrada, que puede ver pasar, junto a ella otras generaciones. Las generaciones nacen y se suceden unas a otras de tal modo que cada generación nueva lleva en sí formas de existencia de la generación anterior, junto a formas de existencia nuevas.

Esta sucesión hace que unas generaciones se distingan de otras por su carácter en cuanto que traten de conservar lo recibido o sobrepasarlo; es decir, pueden tener un carácter más conservador o más progresivo, lo que da lugar a épocas acumulativas y a épocas polémicas.

De esta forma, la teoría de las generaciones sirve para explicar la historia (formaría parte de la explicación posible para la razón histórica), proyectando esta estructura sobre el pasado, pudiendo convertir, mediante ella, en presente lo ya pasado y descubrir así la vida humana en cada tiempo, lo que nos haría comprender realmente la historia y, con ello, la naturaleza en lo que ha sido, en sus diversas formas.

(AA.VV. Paradigma 2. Historia de la Filosofía. Vicens Vives. Barcelona. 2003)